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«O tú y yo jugando estamos
al escondite, Señor,
o la voz con que te llamo
es tu voz.»
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Antonio Machado, Tres Cantares enviados a Unamuno en 1913
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Exodo, 4
6.Y añadió Yahveh: «Mete tu mano en el pecho.» Metió él la mano en su pecho y cuando la volvió a sacar estaba cubierta de lepra, blanca como la nieve.
7.Y le dijo: «Vuelve a meter la mano en tu pecho.» La volvió a meter y, cuando la sacó de nuevo, estaba ya como el resto de su carne.
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